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«Echamos de menos el Madrid de los 80»
Pregunta.- ¿Su Príncipe Azul?Soledad.- ¡Yo, el príncipe más azul que conozco es mi hijo!
Elena.- ¿Azul, azul? No sé.
P.- Lo de casarse, ¿una solución o un problema?
Soledad.- ¡Un problema!
P.- Ustedes un día se casaron.
Elena.- Nos casamos... y nos separamos.
P.- Sus hijos, ¿muy virtuosos?
Soledad.- El mío, mucho.
Elena.- El mío, también.
P.- ¿Cómo vamos de parejas de hecho?
Soledad.- Yo tengo una pareja de hecho. Pero cada uno vive en su casa.
Elena.- ¡Y Dios, en la de todos!
P.- ¡Ustedes, una pareja de hecho!
Soledad.- ¡Una pareja... profesional!
P.- Se «divorciaron» y ahora vuelven...
Soledad.- ¡Ésta me dejó! ¡Pero no sé si por otra!
Elena.- ¡No es que nos divorciásemos! Pedimos una excedencia.
P.- Regresan. Como el PSOE regresa a La Moncloa.
Elena.- Hemos vuelto, no a La Moncloa, sino a un adosado.
P.- Vuelven sin Felipe.
Soledad.- A mí, la verdad, es que Felipe me hacía gracia. ¡Fíjese!
Elena.- Volvemos sin Felipe, pero hay muchos Manolos por el mundo.
P.- Los jóvenes ya ni se casan...
Elena.- ¡Hay muchos que sí! ¡Es alucinante como está la juventud!
Soledad.- ¡Es que a las chicas les encanta vestirse de blanco!
P.- Don Felipe de Borbón y doña Letizia se casan en la Catedral de Madrid.
Elena.- Es lo que estamos viendo en todas partes. ¡Es lo que hay!
P.- Las Virtudes, precursoras de las mujeres.com.
Soledad.- Eso nos han dicho. Pero, sí.
Elena.- Nosotras lo «introducimos» o lo introdujimos... ¡La verdad es que lo de «introducir» se me da fatal! ¡Como soy chica!
P.- Ustedes se fueron a hacer un Lope de Vega, La dama boba, como quien va a por tabaco, y vuelven con «el gran hermano» en casa...
Soledad.- ¡Preferimos a Lope de Vega! ¡La verdad!
Elena.- ¡Yo, también! El gran hermano es fantástico para leerlo en 1984.
P.- Comenzaron en los 80. ¡Aquellos tiempos de Tierno Galván!
Soledad.- ¡En toda la movida! Tuvimos la suerte de que hubiera muchos locales en Madrid que dieran la oportunidad a gente joven.
Elena.- ¡Lo echamos un poquito de menos!
P.- De los 80 a hoy... ¡Hemos llegado a la paridad!
Soledad.- ¡Y a la parida!
Elena.- ¡En televisión y en otros medios!
P.- Dicen que este siglo será el de las mujeres.
Soledad.- Y los chicos están un poquito asustados...
P.- Aguirre en Sol y Gallardón en la Plaza de la Villa. ¡Chica y chico!
Elena.- Creo que están casados, me parece.
Soledad.- Sí, pero con otros.
P.- Aznar, de vacaciones, y Ana Botella, currando de concejala.
Soledad.- ¡Aquí, al que Dios se la dé, San Pedro se la bendiga!
Elena.- ¡A lo mejor, él hace de amo de casa! ¡Quién sabe!
P.- Ustedes, unas trabajadoras. Alcohólicas del trabajo, que dicen.
Elena.- No somos muy dependientes... ¡Somos bastante in-dependientes!
Soledad.- ¡Independientas!
P.- Tres años después de su marcha, El Regreso. Vuelta al lugar del crimen.
Elena.- ¡Volvemos al lugar de los hechos, mejor!
P.- En El Regreso, van al pasado, comenzando por Atapuerca.
Elena.- ¡Lo mejor es empezar por los orígenes!
Soledad.- Pensamos regresar a cuando éramos amebas, pero la cintura...
P.- El Regreso, en plan psicoanálisis. El espectador como un Woody Allen.
Elena.- Pero no le dejamos que hable mucho...
P.- En Atapuerca parece que comenzó la violencia de género.
Soledad.- Esa es una cosa que ha debido estar toda la vida de Dios.
P.- ¿Cómo acabar con los trogloditas?
Soledad.- Haciéndoles el vacío.
Elena.- Sí, si no se les hace mucho caso, ellos acaban dándose con el mazo y abriéndose la cabeza.
P.- Sus pelucas me recuerdan a Cleopatra... ¡Pobre Richard Burton!
Elena.- ¡De pobre, nada! Estaría encantado con Liz Taylor...
P.- En Grecia, Safo, aquella poetisa de Lesbos. ¡Hoy escandalizaría a Bush!
Soledad.- ¡Hay mucha gente que se escandaliza por cualquier tontería!
Elena.- ¡Y si no has leído, razón de más!
P.- Luego, llegó Mesalina. ¡Pobre Claudio! ¡Ese sí que sí!
Elena.- Pues mire, es que Claudio se lo montaba muy mal.
P.- Luego, la Edad Media, con el cinturón de castidad de aquí para allá...
Soledad.- Sí, pero nosotras tenemos un cinturón de castidad monísimo, que tiene tallas y todo; la talla churra, media manga y manga entera.
Elena.- Daba lo mismo, porque llegaba el señor feudal con la llave y...
P.- Isabel la Católica, ni se mudaba el sayo...
Elena.- ¡Ni el cuarenta de mayo!
P.- Y, así, llegamos hasta Agustina de Aragón...
Elena.- Que menudos cañones tenía la tía...
Soledad.- ¡Se lo pasaba todo por el arco del triunfo!
P.- Las francesas, peligrosas. ¡La Virgen del Pilar no quería ser francesa!
Elena.- Quería ser capitana de la tropa aragonesa.
P.- Antes, los hombres preferían las mujeres con la pata quebrada y...
Soledad.- ¡Y ahora!
P.- Pero vinieron las suecas y Alfredo Landa. ¡El pecado!
Elena.- Yo ni había nacido...
Soledad.- Que sí habías nacido... ¡Era una cosa kitsch!
P.- ¿De aquellos polvos vienen estos lodos?
Soledad.- Casi todo viene de un polvo... No lo podemos evitar.
P.- No lo tengo claro. ¿Les parece a ustedes que hay que regresar, sí o no?
Soledad.- Si se ha estado bien... Si no, te quedas en casa tan ricamente.
Elena.- Regresar no sirve de nada. ¡Lo decimos! ¡Hay que continuar!
P.- Elena, mencionaba usted el cuarenta de mayo, que no te quites el sayo...
Elena.- Yo no me lo quito, por si acaso...
Soledad.- Yo me lo quité el otro día y estoy constipada en los bajos.
P.- Hasta el 40 de mayo, incluido el 22 de la boda..., ¿qué se puede hacer?
Soledad.- Si eres muy cotilla, mirar la boda... Si no, irte a la playa.
P.- IU, ERC y PNV no van a la boda...
Elena.- Nosotras, tampoco.
Soledad.- ¡Pero es que a ellos les han invitado! De todas formas...Mira... ¡Que cada uno haga lo que quiera! A nosotras nos gusta mucho la libertad. ¡La libertad casi rayando en el libertinaje!
Elena.- Nada, hay que hacerle caso a la gana. Si la gana te dice que no vayas a algo..., tú hazle caso a la gana. ¡No vayas!
Soledad.- ¡A lo mejor lo han hecho para no gastar!
P.- Ustedes, el 22, en el Centro Cultural de la Villa, debajo de Colón.
Soledad.- ¡A ver si nos dejan entrar!
Elena.- ¡Ya tenemos preparados los pasaportes!
P.- Los cuentos acababan con lo de fueron felices y comieron perdices.
Elena.- Nosotras acabaremos con fueron felices y tomaron te con pastas.
Soledad.- ¡El marisco tampoco me importaría!
Elena.- Bueno, pues fueron felices y comieron nécoras.